RUTA LITERARIA CLAUDIO RODRÍGUEZ por ZAMORA
esta ternura musical del cielo.
El vuelo de la celebración
Claudio Rodríguez nace un 30 de enero de 1934 en el nº 51 de la calle Santa Clara, esquina con la calle Alfonso de Castro, edificio hoy desaparecido. Aún niño, la familia se traslada a vivir a la Casa del Americano o Casa Peña, encargada por José de la Peña al arquitecto Antonio García Sánchez-Blanco, en 1931, a su regreso de Méjico. Es un bello edificio, de factura colonial y ecléctica, donde pasó su adolescencia hasta 1951, año en el que se traslada a Madrid para ingresar en la universidad.
dad al aire mi voz y que en el aire
sea de todos y la sepan todos
Don de la ebriedad
Aunque se inició la construcción de este magnífico edificio en 1902, hasta 1919 no comenzó su actividad académica a causa de la fuerte inestabilidad política de la época. Se trata de un espléndido edificio de estilo historicista. Claudio Rodríguez ingresó en él para estudiar bachillerato en 1944. Allí conoció a dos profesores que siempre recordará con cariño: D. Ramón Luelmo, profesor de literatura, al que le debe los primeros intentos de cincelar métricamente el lenguaje, y D. José María Gómez López, profesor de filosofía, que le introduce en las lecturas filosóficas que tanto influirán en su pensamiento poético. En el instituto comenzará a escribir su primer libro Don de la ebriedad.
aquí, en la calle de mis correrías?
Conjuros
El Ayuntamiento de Zamora en su sesión de 28 de enero de 1994, “acuerda dedicar una calle al poeta zamorano D. Claudio Rodríguez en reconocimiento a sus cualidades poéticas y méritos”.
Esta nueva calle se encuentra entre la Plaza de Castilla y León y la calle Pelayo, espacio habitual de juegos con sus amigos, en su infancia.
en la distancia, nunca
en la compañía. Y cualquier sitio es bueno
para hacer amistades.
Alianza y condena
Óleo sobre lienzo realizado por el pintor Antonio Pedrero (Zamora, 1939-), en 1960 (4,50 m. x 1.50 m.). Colección Caja España – Sucursal en c/ San Torcuato nº 19.
Antonio Pedrero, hijo de Virgilio Pedrero y Carmen Yéboles, inmortaliza en esta obra a los personajes singulares que frecuentaban el bar de sus padres, La Golondrina, entre los que se encuentra Claudio Rodríguez con sus amigos. De izquierda a derecha aparecen; los 22 personajes: Martín de la Iglesia “El Músico”, Manuel Sevillano, Gregorio Matilla, Eduardo Pedrero, Claudio Rodríguez, Ramón Abrantes, Julio Mostajo, Fernando Pardal, “Miguel “El Curro”, “El Chivín”, Ángel “Cacabelo”, Juanito “El Chuleta”, Paulino “El Pirata”, Virgilio Pedrero “Lili”, Lázaro Moreno “EL Zapatero”, Andrés “El ciego” y su lazarillo, Eulogio “El Pisculi”, Antonio Baladrón, Miguel Cerrón y Luis “El Sordo”. Un enjambre humano muy singular de Zamora, que se reunían en la barra del bar de sus padres, donde el artista trabaja y observa. Finaliza el cuadro el último día de diciembre de 1960 y se cuelga en una pared del Bar, acudiendo muchos zamoranos en peregrinación desde los primeros días del año 1961.
La obra fue adquirida por Caja España e instalada en la sucursal de la calle San Torcuato.
en medio de la plaza y a estas horas?
Conjuros
Claudio Rodríguez cantó en todo momento la solidaridad con el hombre. La Plaza Mayor le sirve para descubrir a los hombres “de buena tierra” (hombres del campo), frente a los “de mala tierra” (de la urbe). La falsedad social es una de sus preocupaciones, más patente en Conjuros, donde adopta una fuerte postura crítica. La Plaza Mayor, lugar habitual de mercadeo, será testigo, a mediados del s. XX, de “La contrata de mozos”, que tanto le impresionó, siempre identificado con los más humildes. “Contrata, / lonja servil, teatro de la deshonra”, exclama en este poema.
quedará esta mirada
que pidió, y dio, sin tiempo.
El vuelo de la celebración
Antigua Casa de Cultura, es un edificio de Julián Gutiérrez de la Cuesta, de 1975, remodelado por el Ministerio de Cultura en 2002, según proyecto de Emilia Checa, Jaime Lorenzo e Ignacio de las Casas como Biblioteca Pública. Es la sede del Seminario Permanente Claudio Rodríguez desde 2004, que se encarga de la difusión de su obra. En ella se encuentra depositada parte de la obra original y de su correspondencia, así como otros documentos relativos a la vida del poeta. Todo este material se encuentra a disposición de las personas interesadas en el conocimiento de su obra. Claudio Rodríguez nos entregó “su mirada” sin tiempo.
fronteriza ciudad a la que siempre
el cielo sin cesar desasosiega.
Alianza y Condena
Claudio llevó siempre su ciudad en el recuerdo y la describe desde una mirada emocionada. Pero con el paso del tiempo se producirá el desencanto y buscará una ciudad abierta, sin muros, donde penetre la luz y el aire e ilumine a sus gentes. Las murallas constituyen el bastión que permiten contemplar la luz de la alta planicie, patria a campo abierto.
Conjuros
Sus constantes paseos por el Duero contribuyen a su idealización. El rumor del Duero le acompañará toda su vida, es el río testigo fiel de la llaneza, voz y pulso de sus gentes, por lo que pide qué si en alguna ocasión corriera el riesgo de olvidarse de él por la soledad, la injusticia, el vino, el desamor o el desaliento, el río sea su sustento, se convierta en Duradero. Las aceñas de Olivares son uno de sus lugares preferidos para escuchar el rumor del río.
que era tan popular entre las calles
pasé el puente y, adiós, dejé atrás todo.
Conjuros
Claudio Rodríguez se declaraba con frecuencia un poeta andariego. Amaba la naturaleza y la soledad. Las labores del campo que durante su niñez y adolescencia observaba en la finca familiar fijarán su atracción por la naturaleza y su atención contemplativa. Salir a campo abierto era una forma de desahogo, de pérdida de la sensación del tiempo. El puente de piedra suponía la puerta que daba paso a la verdad del campo.
fundador de ciudades …
Conjuros
Aunque es en el s. XV cuando aparecen las primeras ordenanzas que obligaban a los curtidores de pieles a salir extramuros por los malos olores que producían, será en el s. XVI cuando se lleve a efecto dicha ordenanza. Las tenerías, sobre todo la operación de apelambrado, se convierte en un trabajo de ribera. Para ello, utilizaban noques o pequeños estanques también llamados pelambres donde sumergían las pieles, siendo muy conocidos los de San Frontis. Aunque hoy no nos queda más que la memoria, Claudio Rodríguez visitaba con frecuencia este lugar desde donde contemplaba su “ciudad del alma”.
DIPTICO INFORMATIVO DE LA RUTA LITERARIA
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