Luis García Jambrina (1960-) vio desde muy pronto como alto espacio de interés el mundo poético de Claudio Rodríguez. Su cercanía especial al poeta, con quien mantuvo hasta su muerte una relación casi filial, permite decir de él que ocupó una situación privilegiada, tanto personalmente como desde la condición de estudioso de su poesía. Se doctoró en 1994 por la Universidad de Salamanca con una tesis sobre la trayectoria del poeta. Pero ya anteriormente había hecho aportaciones diversas sobre el ritmo, la oralidad, la “prehistoria poética” del escritor o la consonancia entre su poesía y el pensamiento de María Zambrano, además de una Guía de lectura de Claudio Rodríguez y una Antología para niños, ambas en colaboración con Luis Ramos de la Torre. Asimismo, a cargo de García Jambrina estuvo la edición que celebraba la concesión al poeta del Premio Reina Sofía (Hacia el canto, Universidad de Salamanca, 1993) y una singular edición de Alianza y condena, publicada por el Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo.
En su libro De la ebriedad a la leyenda, trasunto resumido de su tesis doctoral, García Jambrina plantea las claves mayores de la concepción poética de Claudio Rodríguez, partiendo de esa “participación” que el poeta reclamaba una y otra vez como aspiración para el sentido de su obra, una participación de estirpe platónica, dice G. Jambrina, “pero invertida y polarizada, por así decirlo, hacia la relación de participación entre el poeta –o los hombres- y las cosas”. Sería esta conciencia de participación la que avalaría, en esta poesía, una tendencia irrebatible a una Unidad como “pre-forma que contiene todas las formas, pero no es en sí misma una forma”. Así, en última instancia esa participación llevará a conciliar conocimiento y sabiduría; visión del mundo y contemplación.
En este proceso, la actitud del poeta –y en consecuencia su lenguaje- deriva desde lo exultante a lo meditativo. O, para decirlo en palabras del crítico, el poeta dionisíaco deja paso al poeta prometeico, trayecto éste que se advierte a través del itinerario poético del autor, desde Don de la ebriedad a Casi una leyenda, donde un poema central, a juicio de Jambrina –el titulado “El robo”- explica por sí mismo a partir de un mito local zamorano la función del poeta entre los hombres: intentar conducirlos a la verdad aun quedando él apresado en el intento.
Con estas claves, el profesor García Jambrina analiza la escritura de Claudio Rodríguez libro a libro, un proceso en que se tienden redes de relación y adhesiones internas que concluyen con esa “composición en retablo” que es Casi una leyenda, donde se abrían nuevas perspectivas a partir de una hipótesis que señala Jambrina como aspiración nuclear del poeta, ya al final de su vida: “la memoria de lo no vivido da sentido a lo objetivamente vivido, lo cual implica también (…) una manera de concebir el fenómeno poético”. Es esta pérdida de certidumbres, esta fusión de leyenda y vida la que otorga a este libro “una estructura extraordinariamente compleja e inestable” donde conocimiento, revelación, amor, muerte y resurrección son consideradas claves que dan culminación y convencimiento al pensamiento y al mundo poético de su autor.