Fue José Olivio Jiménez (1926-2003) otro de los críticos que de una u otra manera no cejó en intentar renovar el carácter introspectivo de su propia lectura para con la obra de Claudio Rodríguez. Desde su ensayo sobre los poemas de Alianza y condena (en Diez años de poesía española, 1960-1970), José Olivio Jiménez fue un lector convencido de la altura de su poesía. Fue, por decirlo así, un lector fiel que jamás se despistó de sus versos, versos cuyo núcleo fundante sería, según dejó dicho: “La revelación o manifestación súbita de una verdad, de la verdad, que puede sorprender al espíritu, incluso en medio de la más inusual o vulgar circunstancia”
Esta percepción está relacionada con esa “epifanía” de la que habló Gonzalo Sobejano para referirse asimismo a la poesía de Claudio Rodríguez. De ahí que en opinión del crítico cubano, expuesta en un artículo de 1984 (“Para una antología esencial de Claudio Rodríguez”), las dos tensiones centrales de su quehacer poético serían la volición metafísica y el entrañamiento moral, algo con lo que sin duda Claudio estaría de acuerdo, conforme se conoce su opinión al respecto en las diversas entrevistas que se le hicieron y en las declaraciones que en circunstancias múltiples hizo.
Nadie, por tanto, como José Olivio Jiménez para definir de golpe la poesía de Claudio Rodríguez así, como “el espectáculo de una mañana detenida, sin tiempo, desde donde contemplar, con frescura e inocencia siempre, la realidad y la vida –y por ello puede hablar de la claridad como aventura”.