Ángel Luis Prieto de Paula (1955-) ha sido uno de los más esclarecidos lectores de la poesía de Claudio Rodríguez. Autor de una tesis doctoral sobre su obra (La llama y la ceniza. Introducción a la poesía de Claudio Rodríguez, Universidad de Salamanca, 1989), muy centrada en el alcance espiritual de la misma a partir de su lenguaje, Prieto de Paula ha desarrollado posteriormente estudios que han aportado luces sugestivas sobre esta escritura. En este sentido, tanto en “La noche solar de Claudio Rodríguez” -en La lira de Arión: de poesía y poetas españoles del siglo XX, (Universidad de Alicante, 1991)- como en Claudio Rodríguez: visión y contemplación, (Alicante, Instituto de Cultura Juan Gil-Albert, 1996) o, por no seguir, en su aproximación al poeta en la antología Poetas españoles de los cincuenta: estudio y antología, (Salamanca, 1995), el profesor Prieto de Paula se revela como uno de los más agudos lectores de Claudio; él ha conseguido interiorizar su poesía hasta un sesgo emocional más allá del mero dominio teórico del corpus del poeta zamorano.
Es precisamente en Claudio Rodríguez: visión y contemplación, donde Prieto de Paula parte de la desafortunada facilidad con que la crítica ha querido asumir a Claudio Rodríguez homogeneizándolo entre otros nombres de una generación con los que la sustancia última de la poesía de Claudio poco tendría que ver, ello a pesar de ciertos puntos ineludibles de convergencia. Prieto de Paula expone los siguientes: telurismo, temporalismo, actitud crítica y apertura metafísica. Pero, más allá de estos rasgos –así y todo, compartidos de manera muy especial por el poeta-, el alcance de esta poesía llega a dos polos que a juicio del crítico la sustancian decisivamente: un espacio epistemológico y un espacio moral. En ambos frentes, uno en pos del conocimiento y otro en pos de valores humanos significativos (solidaridad, fraternidad, compañía…), el poeta trata de salvar la “aventura espiritual” que puede ser el hecho de existir y que él intuye de antemano condenada al fracaso y aun así digna de ser cantada, de ser alumbrada en una poesía “cosmofánica”, al decir de Prieto de Paula, donde el concepto de “claridad” se alza como sustancia única en el mundo.